El genio y la manzana V2

 

El genio y la manzana

 

En el lejano oriente, en un lugar escondido y parecido al antiguo Egipto, habitaba un Genio. No era un genio común, de esos que son esclavos y cumplen deseos, sino que era libre y gozaba de su propia voluntad.

Residía en un magnífico palacio, repleto de lujos y opulencia. Allí encontrabas comidas exquisitas de todos los rincones del mundo, ropas confeccionadas con la seda más fina, estructuras ornamentadas con oro, jade y diamantes, y esculturas esculpidas en mármol. Su bañera era abastecida con el agua más cristalina y contaba con un séquito de sirvientes dispuestos a asistirle en cada aspecto de su vida, incluso en las tareas más simples, como vestirse.

El genio era conocido por su soberbia y engreimiento. Sabía que podía obtener cualquier cosa que desease, y eso lo hacía sentirse superior a todos.

Un día, mientras se encontraba aburrido observando desde la ventana de su habitación, divisó a un niño que pasaba cerca del palacio. El pequeño iba sonriente, sosteniendo una manzana en su mano. Intrigado, el genio decidió acercarse al niño usando su magia, apareciendo a su lado.

  • Niño, ¿por qué te encuentras tan contento? - preguntó el genio.

El niño, sin perder su sonrisa, respondió: "Mi papá regresó después de tres años de ausencia. Ha venido de un lugar muy lejano y nos ha traído ropa, juguetes y comida. Y a mí me ha dado esta manzana, por eso estoy tan feliz".

El genio, buscando diversión, le propuso un trueque: "Querido niño, te ofrezco un juguete de oro a cambio de tu manzana". Sin embargo, el niño rechazó la oferta con amabilidad: "No, gracias. Esta manzana es especial para mí", y continuó su camino sin detenerse.

El genio, sorprendido por la negativa, decidió aumentar su oferta: "Te daré diez juguetes de oro, un pavo para comer y ropa fina, todo por tu manzana". Pensó que sería imposible que el niño resistiera semejante tentación.

El niño soltó una risa franca y respondió: "Muchas gracias por tu generosa oferta, pero realmente quiero quedarme con esta manzana". Sus palabras dejaron perplejo al genio, quien deseaba aún más esa manzana.

Lleno de ira, el genio gritó al niño: "¡Niño estúpido! ¡Te estoy ofreciendo riquezas, comida y ropa! ¡Puedo darte cualquier cosa que desees! ¡Lo tengo todo!".

El niño interrumpió al genio con calma y determinación: "Excepto esta manzana". Sin inmutarse, el niño retomó su camino con la misma sonrisa que había llevado desde el principio, dejando al genio enfurecido y perplejo.

 

 

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